“Lo más bello que hay, es poder cantar”, decía. Colorado, expansivo, simpático, la mañana del viernes le cerró sus ojos de 68 años. Ernesto Tito Ramos fue una de las voces líricas más destacadas que dio Tucumán.
Su notable registro de bajo profundo le abrió puertas, entre ellas, las del Teatro Colón. En sus comienzos, se prendió del folclore, integró el quinteto Los Huayna Sumaj, conjunto creado por Luis Víctor Pato Gentilini.
Ingresó al Coro Estable de la provincia en 1981 y no tardó en destacarse como solista. Tuvo roles en las óperas “Don Pasquale”, de Donizetti, “Pagliacci”, de Leoncavallo, “La Traviata”, de Verdi, y “Tosca”, de Puccini. Una de sus memorables interpretaciones fue recreando a Leporello, el criado de “Don Giovanni”, de Mozart.
En mayo de 1995, bajo la dirección de Miguel Ángel Veltri, debutó en el Colón en “Simón Bocanegra”, de Verdi, junto a José van Dam, Ferruccio Furlanetto y Lando Bartolini, y al año siguiente, actuó en “Don Carlo”, de Verdi, junto a Leona Mitchel, Luis Lima y Robert Lloyd.
“Me gustan los personajes apasionados, con mucho cuerpo. Leporello es sufrido afectivamente y creo que en él se dan todas las características del ser humano”, comentaba Tito, quien también incursionó en el teatro. En 2001, actuó como solista en el Réquiem, de Mozart, junto a la Orquesta Sinfónica de Salta, bajo la guía de Felipe Iscaray. Al año siguiente en la Novena Sinfonía, de Beethoven, y despertó una ovación en el público salteño. El canto lo llevó a otras ciudades argentinas, de Chile y Brasil. En 2006, se radicó en Córdoba e ingresó al Coro Polifónico de esa provincia, donde se sentía muy reconocido. Le gustaba recordar entre sus maestros a Elsa Paladino y a Alicia Rodríguez. El tango, los tamales, el tinto, el buen humor y la amistad fueron otras de sus pasiones.
“Expresarse a través del canto es como no tener miedo a morir”, dijo alguna vez. Quizás, Tito Ramos ande ya sacudiendo el universo con ese vozarrón impregnado de profundidad y sentimiento que hará emocionar a la muerte.